Andrés
Sepúlveda afirma haber alterado campañas electorales durante ocho
años dentro de Latinoamérica.
Sepúlveda
creció en medio de la pobreza en Bucaramanga, ocho horas al norte de
Bogotá en auto. Su madre era secretaria. Su padre era activista y
ayudaba a agricultores a buscar mejores productos para cultivar que
la coca, por lo que la familia se mudó constantemente debido a las
amenazas de muerte de narcotraficantes. Sus padres se divorciaron y a
los 15 años, tras reprobar en la escuela, se mudó donde su padre en
Bogotá y utilizó un computador por primera vez. Más tarde se
inscribió en una escuela local de tecnología y a través de un
amigo que conoció ahí aprendió a programar.
En 2005, el
hermano mayor de Sepúlveda, publicista, ayudaba en las campañas
parlamentarias de un partido alineado con el entonces presidente de
Colombia Álvaro Uribe. Uribe era uno de los héroes de los hermanos,
un aliado de Estados Unidos que fortaleció al ejército para luchar
contra las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).
Durante una visita a la sede del partido, Sepúlveda sacó su
computador portátil y comenzó a analizar la red inalámbrica del
recinto. Con facilidad interceptó el computador de Rendón, el
estratega del partido, y descargó la agenda de Uribe y sus próximos
discursos. Sepúlveda señala que Rendón se puso furioso y lo
contrató ahí mismo. Rendón dice que esto nunca ocurrió.
Durante
décadas, las elecciones en Latinoamérica fueron manipuladas y no
ganadas, y los métodos eran bastante directos. Los encargados
locales de adulterar elecciones repartían desde pequeños
electrodomésticos a dinero en efectivo a cambio de votos. Sin
embargo, en la década de 1990 reformas electorales se extendieron
por la región. Los votantes recibieron tarjetas de identificación
imposibles de falsificar y entidades apartidistas se hicieron cargo
de las elecciones en varios países. La campaña electoral moderna, o
al menos una versión con la cual Norteamérica estaba familiarizada,
había llegado a Latinoamérica.
Rendón ya
había lanzado una exitosa carrera que según sus críticos - y más
de una demanda - estaba basada en el uso de trucos sucios y la
divulgación de rumores. (En 2014, Carlos Mauricio Funes, el entonces
presidente de El Salvador, acusó a Rendón de orquestar campañas de
guerra sucia dentro de Latinoamérica. Rendón lo demandó en Florida
por difamación, pero la corte desestimó el caso señalando que no
se podía demandar a Funes por sus actos oficiales). Hijo de
activistas a favor de la democracia, estudió sicología y trabajó
en publicidad antes de asesorar a candidatos presidenciales en su
país natal, Venezuela. Después de acusar en 2004 al entonces
presidente Hugo Chávez de fraude electoral, dejó el país y nunca
regresó.
Sepúlveda
dice que su primer trabajo como hacker consistió en infiltrar el
sitio web de un rival de Uribe, robar una base de dato de correos
electrónicos y enviar correos masivos a los usuarios con información
falsa. Recibió US$15.000 en efectivo por un mes de trabajo, cinco
veces más de lo que ganaba en su trabajo anterior como diseñador de
sitios web.
Rendón, que
era dueño de una flota de automóviles de lujo, usaba relojes
ostentosos y gastaba miles de dólares en trajes a medida, deslumbró
a Sepúlveda. Al igual que Sepúlveda, Rendón era un perfeccionista.
Esperaba que sus empleados llegaran a trabajar temprano y se fueran
tarde. "Era muy joven, hacía lo que me gustaba, me pagaban bien
y viajaba, era el trabajo perfecto". Pero más que cualquier
otra cosa, sus políticas de derecha coincidían. Sepúlveda señala
que veía a Rendón como un genio y mentor. Budista devoto y
practicante de artes marciales, según su propio sitio web, Rendón
cultivaba una imagen de misterio y peligro, vistiendo solo ropa negra
en público e incluso utilizando de vez en cuando la vestimenta de un
samurái. En su sitio web se denomina el estratega político “mejor
pagado, más temido y también el más solicitado y eficiente”.
Sepúlveda sería en parte responsable de aquello.
Rendón,
indica Sepúlveda, se dio cuenta de que los hackers podían
integrarse completamente en una operación política moderna,
llevando a cabo ataques publicitarios, investigando a la oposición y
hallando maneras de suprimir la participación de un adversario. En
cuanto a Sepúlveda, su aporte era entender que los votantes
confiaban más en lo que creían eran manifestaciones espontáneas de
personas reales en redes sociales que en los expertos que aparecían
en televisión o periódicos. Sabía que era posible falsificar
cuentas y crear tendencias en redes sociales, todo a un precio
relativamente bajo. Escribió un software, llamado ahora Depredador
de Redes Sociales, para administrar y dirigir un ejército virtual de
cuentas falsas de Twitter. El software le permitía cambiar
rápidamente nombres, fotos de perfil y biografías para adaptarse a
cualquier circunstancia. Con el transcurso del tiempo descubrió que
manipular la opinión pública era tan fácil como mover las piezas
en una tablero de ajedrez, o en sus palabras, “pero también cuando
me di cuenta que las personas creen más a lo que dice Internet que a
la realidad, descubrí que 'tenía el poder' de hacer creer a la
gente casi cualquier cosa".
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